Empatía
San Valentín, una ronda de flechas de amor propio, por favor. Porque como me pille en horas bajas, la poca empatía de la peña hace estragos en mi cabeza. Y si estoy pre-menstrual, hasta luego Valen.
De verdad, ¿tanto cuesta saludar al que te saluda, contestar un mensaje a quién te escribe, escuchar al que busca ser comprendido o respetar las decisiones del quién arriesga? De verdad, ¿tanto?
Ojalá las personas se pusieran tanto en mis Vans, como yo en sus zapatos.
Por supuesto, a veces me equivoco. Soy humana, y no un santo como tú. Pero, por lo general, suelo pecar de empatía. Incluso, lo paso mal con la falta de ésta hacia otras personas. Y esto ocurre, por desgracia, continuamente:
Si leyeras los comentarios en redes sociales.
Si escucharas a las personas insultar al que tiene ideas políticas opuestas.
Si vieras los gestos de desaprobación por ser “diferente”.
Seguro que te pondrías a repartir esas flechas como un puto loco con alas y pañal.
Porque Valen, cariño, como esto pasa los 365 días del año…
Hay que tener mucho amor propio para tan poca empatía.
Y una dosis de ese amor, nos vendría mejor que unas rosas rojas que se marchitan en cuestión de días.